En los países de ingreso bajo y mediano la tierra de calidad se destina cada vez más al cultivo de tabaco, lo que reduce la superficie disponible para cultivar productos que permitan alimentar a la población.
La ausencia de mercados fuertes y seguros, en comparación con el tabacalero, combinada con la falta de apoyo gubernamental para abandonar el cultivo de tabaco, hace que las opciones de cultivos alternativos sean a veces escasas.
La planta del tabaco y las sustancias químicas que requiere su cultivo degradan el suelo. En consecuencia, al cultivar tabaco el suelo pierde los nutrientes necesarios para dedicarlo a una agricultura productiva, lo que dificulta el intercalado de cultivos o la coexistencia próxima del tabaco con otros cultivos.