Al igual que el logo o la mascota oficial, los balones son una insignia de cada Mundial. Construyen parte de la identidad de cada una de las máximas citas del fútbol. A 88 años de la primera Copa del Mundo, las pelotas sufrieron, lógicamente, muchos cambios en su diseño. La fisonomía, el peso y los materiales fueron mutando a lo largo de cada evento.
Desde las fabricadas de cuero en las primeras ediciones hasta la última y moderna, los esféricos implementaron mejorías con el transcurrir de los torneos. Por ejemplo, el reemplazo de la vejiga interna (motivo por el que los varios jugadores de la época utilizaban boina, ya que generaba más de un dolor al cabecear) por una válvula inflable. O dejar de lado los cosidos exteriores. También la cantidad de paneles, que incrementaron o disminuyeron según cada ocasión.
Para llegar al ejemplar que rueda por el césped de Rusia, atrás quedaron historias como la de la final de 1930, en donde se utilizaron dos modelos diferentes: uno propuesto por Argentina y otro, por Uruguay. Como no había un balón oficial, los equipos que dirimieron el primer campeón no se pusieron de acuerdo y apelaron a jugar por cada tiempo con su preferido.
Para México 1970 tomaron nota de este hecho. Con el arribo de Adidas, nació la Telstar (por «Television Star»), modelo predecesor de la actual, que fue protagonista ininterrumpidamente durante más de 20 años en los Mundiales. Con 32 paneles combinando hexágonos y pentágonos de colores blanco y negro, su diseño se pensó con el fin de conseguir la mayor visibilidad posible para la televisación. Hasta entonces se había jugado con ejemplares de color anaranjado principalmente.
La Telstar 18 regresó renovada para cita de Rusia. Entre sus características, cuenta con seis paneles unidos térmicamente, está elaborada con elementos sustentables y un envoltorio de materiales reciclados, y posee un chip de transmisión de datos en su interior que le permite a los fanáticos que poseen smartphone poder interactuar con la misma. No mucho de ello le interesa a los jugadores, que solo anhelan verla acariciando las redes del arco rival.